jueves, 25 de abril de 2013

Capítulo 18: Demostraciones


Sostenía un par de galletas con una mano y la mano de Cristhian con la otra mientras nos encaminábamos a una parte del jardín que no había visto hasta entonces en los casi seis meses que llevaba viviendo allí. Cada vez que salía me quedaba alucinada de lo grande que podía llegar a ser un jardín.
Estaba muy nerviosa, y Cristhian lo notó, seguramente porque no paraba de apretar su cálida mano.
– Shh, tranquila. Nadie te va a comer.
– Que me coman no es mi mayor problema ahora.
– ¿Ah, no? ¿Qué hay peor que eso? – preguntó, enarcando una ceja.
Yo me encogí de hombros.
– Tener que salvar al mundo y no tener ni idea de cómo hacerlo.
Cristhian se rió.
– Bueno, sinceramente, yo prefiero eso a que me coman.
Suspiré.
– Pues qué suerte – dije, tan bajito que ni siquiera yo pude oírme.
Después de caminar durante unos minutos, llegamos a una especie de explanada, considerablemente grande para encontrarse en medio de un jardín.
Allí nos esperaban todos.
No parecía haber un orden entre ellos, sino que estaban formando pequeños corrillos, hablando tranquilamente.
La primera que reparó en nuestra presencia fue, cómo no, Vic.
– Hola chicos – gritó en voz alta para que pudiéramos oírla por encima del gentío. Demasiado alto, diría yo, y la odié por eso en aquel momento, pues treinta pares de ojos se volvieron simultáneamente en nuestra dirección.
Se hizo un silencio en el claro, mientras la gente nos observaba con curiosidad. Bueno, lo cierto es que estoy casi segura de que me miraban a mí, pero prefería pensar que no.
Traté de no fijar la vista en ninguno de esos ojos curiosos, pero no me pasó desapercibida la mirada penetrante de una chica rubia, April.
Desvié rápidamente la dirección de mi mirada, que fue a buscar a Vic mientras se acercaba a nosotros.
– Hola Vic – dijo c cuando llegó a nuestro lado.
– Hola – dije yo, con un leve gesto de cabeza.
– ¿Qué tal has dormido? – le preguntó Vic a su hermano, con un gesto risueño.
Gracias a Dios, la gente había vuelto a sus asuntos, y ya no éramos el centro de atención, al menos de sus miradas. Lo más seguro era que el noventa por ciento de los allí presentes estuviera hablando ahora de nosotros.
– Pues bastante bien, la verdad – dijo Cristhian, en respuesta a la pregunta de Vic.
– Sí, ¿eh? – le dio un leve codazo en el costado –. Ya sabía yo que sí.
Cristhian puso lo ojos en blanco y resopló, mientras su hermana se reía y a mí se me escapaba una sonrisilla. Estar con ellos me hacía sentirme segura, me hacía sentirme en casa.
– Buenos días a todos – la voz de una mujer resonó por encima del leve bullicio de la explanada.
Todos nos dimos la vuelta instantáneamente y nos acercamos donde se encontraba Rebecca, la mujer que se había presentado la noche anterior.
– Ahora que ya estamos al completo – dijo  con voz clara – es la hora de comenzar.
Al lado de Rebecca, vestido con unos vaqueros muy oscuros y con un jersey de lana de cuello vuelto, se encontraba su marido, del que no recordaba su nombre.
Como si me hubiera leído la mente, dijo:
– Me llamo Liam, para los que aún no me conozcáis – hizo una leve pausa para mirarnos a todos y cada uno de nosotros,  y luego prosiguió hablando –. Lo primero de todo, daros la bienvenida a la Orden de la Luna. Desde que decidisteis consagrar vuestra vida a luchar sobre el mal inminente que habita en el mundo, ya se os considera miembros indiscutibles de este grupo sagrado. He de suponer que todos los que estáis aquí tenéis conciencia plena del mal que se cierne sobre nuestras almas. Habéis de saber que es más que posible que en esta guerra se pierdan vidas, pues es la vida lo que precisamente el enemigo quiere eliminar. Por eso, yo ahora os pregunto: ¿estáis dispuestos a asumir este riesgo? ¿Lucharéis hasta que vuestro corazón deje de latir por erradicar este mal? Si no lo hacéis, será una decisión totalmente comprensible, pero debéis abandonar ahora, antes de que sea demasiado tarde.
Se hizo un silencio casi espectral en el claro. Nadie se atrevía casi ni a respirar, pero nadie alzó su voz para retirarse de la orden ahora que podía.
– ¿Nadie? – la voz de Liam resonó por todo el claro.
Pero no se oyó nada más que el eco de su pregunta.
– De acuerdo – dijo al fin –. Si nadie quiere abandonar, que comiencen las clases.
Se oyeron ligeros murmullos, que fueron acallados cuando habló de nuevo Liam.
– Para nuestra suerte, esta vez contamos con una persona muy especial – de repente, se me hizo un nudo en el estómago –. Que los amuletos hayan sido robados por Hassia es sólo una de las dos razones por las que nos hemos reunido aquí – hizo una larga pausa, y me buscó fervientemente con la mirada – Kira, por favor, ¿podrías acercarte?
Yo alcé la vista y miré a Cristhian. Tenía una expresión extraña mientras miraba a Liam, como de recelo. Bajó la vista para mirarme, y asintió levemente a la pregunta que hacían mis ojos.
Le solté la mano a regañadientes tras darle un último apretón, y me abrí paso entre la gente. al final, pude llegar a mi destino sin tropezarme ni caerme por culpa de algún pie puesto adrede en mi camino.
Cuando llegué al lado de Liam, no fui capaz de alzar la cabeza.
– Está bien – dijo, dirigiéndose a la gente –. Esta es la chica que se hace llamar Kira, la que dice ser hija de la anterior heredera y la que, según los mellizos y ella, es la Elegida – había un tono burlón en su voz que no me inspiró ninguna confianza.
Pero lo que dijo a continuación, me pilló totalmente desprevenida.
– Si de verdad es quien dice ser, que lo demuestre.
¿Pretendía ponerme a prueba? Yo ni siquiera había afirmado ser la Elegida a nadie. Si ni yo misma me lo creía, ¿cómo iba a demostrarlo?
– ¿Cómo? – pregunté, secamente. Ya no sentía vergüenza, sino rabia.
– Haciendo magia, claro – dijo, mofándose, como si lo que acabara de decir fuera algo totalmente estúpido y fuera de contexto – ¿No es eso lo que hacen los elegidos? Se supone que poseen el don de la magia.
Se oyeron muchas risas, y, pese a haber oído su voz tan sólo un par de veces y a lo lejos, no me cupo duda a la hora de identificar la de April.
Alcé la vista y busqué a los mellizos, con una pregunta escrita en la frente: ¿Nadie le  había contado a la Orden que en realidad sí que podía hacer magia?
Me tranquilizó mucho la sonrisa que curvaba los labios de Cristhian mientras asentía, como diciéndome que les dejara a todos con la boca abierta.
– De acuerdo – dije encogiéndome de hombros en dirección a Liam. Éste sonrió con suficiencia al ver que aceptaba un reto que parecía imposible, dejando muy claro que lo único que quería era dejarme en evidencia delante de todos.
Las risas aumentaron cuando cerré los ojos para concentrarme mejor, y resonaron aún más fuerte cuando alcé las manos. Pero cuando la hojas que había en el suelo comenzaron a gira y a elevarse como un remolino, todo amago de risa o de burla desapareció repentinamente.
Abrí los ojos y miré desafiante a Liam, que me observaba con los ojos como platos por el asombro.
– No suelo equivocarme Liam – Coraline salió de entre los árboles que estaban detrás nuestra –. Y menos afirmar que he encontrado a la Elegida si no estoy absolutamente segura de ello.
Parecía muy segura de sí misma, de que lo que decía era cierto, algo que es más fácil si realmente juegas con la verdad como tu baza más importante.
– Lo...lo siento – dijo Liam, visiblemente arrepentido –. No resulta fácil de creer. Por favor, ¿podrás perdonarme, princesa Kira?
¿Qué? ¿Yo? ¿Princesa? ¿En la misma frase? Guau, aquello era nuevo, y un gran shock. Es decir, ya lo sabía, pero… bueno, sonaba raro.
Se hizo una vez más el silencio, y pensé que era un buen momento para decir algo, aunque sabía que me iba a morir de la vergüenza.
– Yo no he elegido esto. Apenas sé qué es lo que está pasando realmente aquí. ¿Yo una princesa? Ni siquiera soy capaz de creer que mis padres estuvieran metidos en esta locura– esperaba que April captara el mensaje –. Sólo sé que no es nada bueno. También que luchar con la magia es una ventaja inimaginable para un ejército. Quiero vengar la muerte de mi madre, así que estoy dispuesta a asumir mi papel en esto, sea cual sea. Quisiera ayudar, pero no sé cómo. No tengo ni la menor idea. En mi vida he usado la magia para nada que no fuera coger un libro de la estantería sin tener que levantarme de la cama. Y no digamos lo de manejar una espada...sé muy bien que no soy del agrado de muchos, y lo entiendo, ¿quién es una adolescente de diecisiete años que pretende salvar al mundo? Nadie – hice una pausa –. Pero si por una vez pudiera ser útil, realmente me encantaría aprender cómo.
Nadie habló durante los segundos que prosiguieron a mi “discurso de iniciación”.
Fue al final Rebecca la que se dirigió a mí.
– Yo estoy dispuesta a enseñarte todo lo que sé – dijo, para mi sorpresa –. Creo que eres la Elegida, pero no por lo que acabas de hacer. No creo en ti por la magia, sino por tus palabras. No quieres destacar sobre el resto, ni tienes afán por nada que no sea aprender a ser útil. Eres sincera, y eso es algo básico: la verdad abre puertas. No sé si ahora mismo podemos considerarte ya la Elegida, pero si no es ahora, estoy totalmente segura de que algún día llegarás a serlo.
No sabía qué decir exactamente. Así que dije lo que me pareció lo más conveniente.
– Gracias.
Rebecca asintió.
– Está bien – dijo Coraline –. Creo que ya es hora de que empecemos, pero de verdad.
Liam, que se había apartado un poco del grupo, dio un paso al frente.
– De acuerdo. Como ya hemos hecho otras veces, os vamos a dividir en grupos para que los entrenamientos sean más fructíferos. Los grupos serán reducidos, y los compañeros con los que estéis serán también vuestro equipo a la hora de la verdad, es decir, si por desgracia  no se pudiera evitar una lucha.
Se nos dividió en grupos tal y como habían dicho.
No sé si lo hicieron aposta, pero Cristhian, Vic, Jack y yo estábamos en el mismo, junto con otra chica que no conocía y tres chicos más, que Cristhian si parecía conocer, y por lo visto congeniar con ellos. Supuse que era favorable que los miembros de cada equipo se llevaran bien entre ellos y se entendieran para resultar así más fácil la comunicación a la hora de la lucha.
Uno de los chicos era alto y moreno, con los ojos oscuros, y daba la impresión de ir un poco a su bola.
Otro llevaba unas gafas de pasta negras y blancas. Era alto también, pero no tanto como el primero, y parecía simpático, aunque tímido.
El último chico era de color. Llevaba el pelo corto, casi al cero, y era bastante guapo. No le conocía, pero ya me caía bien.
La chica tenía el pelo castaño y muy rizado y abultado. Tenía unas pocas pecas salpicándole las mejillas, que se encendieron ligeramente cuando reparó en que la estaba mirando. Le dediqué una tímida sonrisa y ella me correspondió.
Justo cuando me daba la vuelta para preguntarle a Cristhian qué se suponía que íbamos a hacer ahora, vi a Rebecca acercarse a nosotros.
– Bueno chicos – dijo una vez a nuestro lado –, de ahora en adelante seré vuestra tutora.

2 comentarios:

  1. Me encanta !!!! Que maja Rebecca, y me cae fatal ese Liam y April. el capi super guay, que gran escritora

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  2. Me ha encantado este nuevo contacto con la historia. La echaba de menos, mucho.
    Está muy bien escrito, y cada vez me va gustando más el rumbo que va tomando.
    Es genial, en serio!!!
    Espero que no te hagas mucho de rogar para un próximo capítulo que sin duda quiero leer ya!!!
    Un besín!! :)

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